Historia del más grande...

Al comienzo de la transición democrática, el golf todavía era un deporte de señoritos al que sólo tenían acceso las clases pudientes. Los pocos aficionados que había se divertían en sus clubes privados mientras que los escasos profesionales existentes eran «caddies» que debían prepararse en unas condiciones, la mayoría de las veces, bastante penosas: a escondidas o a horas intempestivas, cuando no tuvieran clases o bolsas que portar.

Por eso, que un chaval del pueblo empezase a ganar dinero y prestigio mundial a base de darle golpes a una pelota fue la mejor propaganda para la difusión de este deporte en España. Severiano Ballesteros, genio donde los haya, estaba predestinado para esta tarea. Tenía un don innato para el golf y lo desarrolló hasta convertirse en uno de los mejores jugadores de la historia. Y, sin duda, su auténtico difusor en España.

En 1975 disputó su primer Open Británico, en el que no llegó a pasar el corte. Pero esa experiencia le sirvió para su lanzamiento definitivo al año siguiente, cuando quedó segundo ante el estupor internacional. Todo el mundo se preguntaba quién era ese chico de Pedreña, un lugar que ya era conocido por ser la sede de uno de los campos con más solera de Europa y la patria chica de Ramón Sota, tío de Seve y primer gran campeón del golf español.

Ese aldabonazo de 1976 no fue casual. Ballesteros llevaba la chispa a punto de ignición y a continuación ganó el Open de Holanda, la Copa del Mundo por naciones y el Orden de Mérito continental. Sus gestas comenzaron a hacerse habituales (en 1977 volvió a encabezar la tabla europea y en 1978 sumó seis triunfos consecutivos para llegar a los 20 años con victorias en los cinco continentes) pero seguía apareciendo con cuentagotas en los medios de comunicación, de modo residual. Hasta que, en 1979, dio un giro a la historia en Royal Lytham & St. Annes.

En este «links» inglés Seve sacó toda su magia y encandiló al mundo. Se sacó de la manga golpes imposibles (como el que protagonizó desde un aparcamiento) para desquiciar al entonces intratable Hale Irwin, que terminó sacando un pañuelo blanco en el hoyo 18 en señal de rendición ante el juego del español. Ballesteros, con un juego corto magistral, se llevó la Jarra de Clarete y dio el pistoletazo de salida a lo que sería el despegar del golf patrio.

Seguro que cuando desplegó su puño al aire y gritó «la metí, la metí», no era consciente de la importancia de lo que había hecho. No sólo se había adjudicado el más prestigioso de los torneos mundiales, sino que, sin quererlo, se acababa de investir como el gran líder del golf español. Las lágrimas que derramó en pleno «green» junto a sus hermanos estaban más que justificadas. Acababa de comenzar una nueva era.

Abanderado del futuro

A partir de entonces, su historia deportiva es bien conocida. En una brillantísima carrera lograría otros cuatro «grand slams», otra Copa del Mundo, seis Mundiales «Match-Play», el relanzamiento de la Ryder Cup a nivel internacional y multitud de premios y condecoraciones (entre ellos la Medalla Olímpica y el Príncipe de Asturias del Deporte). Sin embargo, por lo que siempre habrá que estarle agradecido es por la popularización del golf en España.

A raíz de entonces, el cántabro comenzó su lucha particular contra el mundo. Consciente de la labor que quería realizar y del reconocimiento que se le debía, no dudó en batallar en todos los foros hasta conseguir su gran ideal: que el golf fuera un juego al alcance de todos los bolsillos. Para ello peleó con los políticos de todas las instituciones; con los medios informativos y con todo el que no comulgase con sus ideas. Hasta que lo logró.

En 1986, el golf público se hizo realidad. Todo comenzó por un campo de nueve hoyos en Santander (Mataleñas) y hoy en día ya existen más de treinta en todo el país. Pero, además de los recorridos, hacían falta gestas y líderes a los que imitar. Y a los éxitos de Seve y los otros componentes de la «Armada» se les sumó la celebración de la Ryder en España, otro hito del cántabro.

Además, el abaratamiento de los equipamientos y la aparición de promociones inmobiliarias en las que el campo era uno de los alicientes provocaron que hoy en día, treinta años después de su gesta británica, existan en España más de trescientos campos de golf y más de trescientos mil jugadores federados.


Fuente: abc.es

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