Todo en el golf gira en torno al Tigre, principio y fin. Sus rivales saben que es imprescindible por la cantidad de dinero que mueve en el circuito, los patrocinadores invierten en el green porque lo pisa Tiger y las televisiones siempre enfocan a la gran estrella del golf y uno de los emblemas mundiales del deporte. "Le necesitamos más que a nadie", admite el excéntrico John Daly.
Woods ingresa unos 77 millones de euros al año entre su participación en los torneos, el diseño de campos y sus contratos publicitarios. Pero el dinero que mueve a su alrededor se multiplica por 10. Un ejemplo cercano: el pasado noviembre, el estado australiano de Victoria pagó dos millones de euros a Woods (la mitad salió de la hucha pública) para que jugara durante cuatro días el Masters de Melbourne. ¿Una locura? ¿Un despilfarro? Todo lo contrario. Un torneo modesto, con una bolsa de premios de 750.000 euros, se convirtió en un show que congregó a 150.000 espectadores con una multitud agolpándose en cada hoyo. El retorno publicitario fue seis veces mayor que el dispendio. Negocio redondo.
Así funciona siempre con El Tigre. Es un valor seguro. Por eso los organizadores prefieren dar a Woods lo que pida y dejar las migajas para el resto que contar con los mejores golfistas mundiales a excepción de Woods. El californiano vende más que Phil Mickelson, Padraig Harrington, Lee Westwood, García y los demás golfistas del planeta juntos. Así que, antes de dar el primer drive, Woods ha ganado ya más dinero (aunque sea bajo el disfraz de contratos publicitarios, pues los fijos están prohibidos) que el ganador del torneo cuatro días después.
Así está el negocio y así comen el golf y los jugadores, de la mano de Tiger. Durante su baja de ocho meses por una lesión de rodilla, entre 2008 y 2009, las cadenas estadounidenses NBC y CBS calcularon una pérdida de audiencia de entre un 10% y un 20% y Golf Channel de un 30%. El desempate del Open de Estados Unidos, que, antes de operarse, Woods ganó cojo a Rocco Mediate en junio de 2008 (el último de sus 14 grandes, y ahí está el único gran reto que le queda: superar los 18 de Jack Nicklaus) fue seguido por 16 millones de espectadores, el mejor registro de la NBC en 30 años.
La renuncia momentánea de Woods ha encendido la luz roja. Si el golf cotizara en bolsa, se habría desplomado. "Hemos retransmitido torneos sin Tiger antes, pero todo el mundo sabe lo que supone que esté jugando él. Nos ajustaremos. Todo dependerá de lo indefinida que sea su ausencia. El golf es un deporte lo suficientemente fuerte, aunque con Woods es un deporte mucho más grande", explicó Sean McManus, presidente de CBS, la cadena que retransmitirá los torneos. El agente del jugador, Mark Steinberg, intenta mientras tanto calmar a los patrocinadores y los patrocinadores, caso de Nike, aseguran que Woods y su familia tendrán "todo el apoyo que necesiten" y que esperarán su regreso con los brazos abiertos.
Tiger ha dominado con mano de hierro el golf desde 1997. También lo ha cambiado para siempre. Ha llenado los campos de miles de aficionados y ha favorecido la mayor inversión económica que ha vivido este deporte en su historia. Woods supuso desde el principio un nuevo estereotipo de golfista, mucho más preocupado por su preparación física, profesionalizado al límite. Su ausencia deja ahora la puerta abierta a que otros jugadores suban al podio -ni siquiera estando ocho meses de baja sin sumar un solo punto perdió el número uno mundial-, pero deja desangelado al golf. La dimensión de Woods es mayor que la de cualquier otro líder. Él es para el golf mucho más que Roger Federer para el tenis o Kobe Bryant para la NBA. Woods es el golf y el golf es Woods.
Fuente: El Pais.
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