El forense Guerrero, realizó el estudio como parte de las pruebas periciales presentadas en un juicio por un grupo de vecinos de Islantilla (Huelva, sur de España), que demandaron a un club de golf de la zona por el daño que el impacto de las bolas causaba en sus viviendas.
El club fue condenado en enero pasado a levantar una valla para proteger a las casas.
De modo que “una bola de golf puede provocar la muerte si su proyección tiene un efecto contusivo de una violencia tal que dañe determinadas zonas del cuerpo”.
El factor estriba en la velocidad. Según Guerrero, “hay palos que pueden provocar que la bola tenga más velocidad que la bala que sale de una pistola”.
Algunas bolas alcanzan velocidades de hasta 80 metros por segundo (288 kilómetros por hora), que “aunque por peso y por características de la pelota, no llega a tener introducción en el cuerpo, el impacto de esa masa sí provoca lesiones muy importantes, que pueden provocar incapacidades graves o incluso la muerte”, finalizó.
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