Louis Oosthuizen logra en St. Andrews una victoria histórica

El sudafricano Louis Oosthuizen, de 27 años, el número 52 del ránking mundial, encontró el trampolín de la fama en el Open Británico. Como ya le sucedió en el siglo a otros golfistas sin pedigrí, tipos como Ben Curtis o Todd Hamilton, el torneo del ánfora elevó a los altares a un golfista que en marzo de este año, en el Open de Andalucía en Málaga, aún peleaba por jugar las grandes Ligas.

Ganó en El Parador malacitano, trofeo que se quedó en el aeropuerto de Málaga porque las líneas aéreas no se lo permitieron meter en la bodega y se negó a llevarlo como equipaje de mano, y su vida dio un giro hasta la eternidad. Gracias a aquella victoria, la primera en su carrera, jugó el Masters, luego se metió en el Open Británico, ahora disfruta del éxito de ganar un grande como hicieron sus compatriotas Bobby Locke, Gary Player, Ernie Els -todos éstos ganando, entre otros, el British- y también Retief Goosen y Trevor Immelmann.

Sudáfrica aún tiene un fondo de armario impresionante. Al menos como opositores tiene a Charles Schwartzel y a Tim Clark quizás a medio plazo también al amateur Dean O'Riley.
Oosthuizen no encontró oposición alguna durante toda la jornada. Casey claudicó de salida con un bogey en el hoyo 2 y cuando el tipo al que sus amigos llaman Shrek tuvo un fallo, un bogey en el 8, lo solucionó por la vía rápida: eagle con un putt de siete metros en el hoyo 9.

Hundido Casey con un triple bogey en el hoyo 12, Oosthuizen se dedicó a pelear contra los números de la historia. Atentó contra el 19 bajo par, que dejó en 2000 Tiger Woods, irreconocible en las dos últimas jornadas. También porfió por la mayor diferencia de golpes desde 1900, que tenían JH Taylor, James Braid y Tiger, con ocho bajo par. Pero la emoción impidió tales logros.

Entre los españoles, la vuelta matinal de Álvaro Quirós terminó aupándole como referencia. Fue undécimo, con cinco bajo par, y encabezó una actuación española que tuvo más relevancia que resultado final, especialmente porque Alejandro Cañizares, que en su primer grande demostró que vale para esto, no pudo pasar de 77 golpes en la última jornada. "Me da rabia acabar así. Es verdad que me lo he pasado muy bien durante tres días, pero hoy no me salido nada", decía.

Sergio encontró un bálsamo a una herida que tiene ya menos profundidad que la hemorragia que tenía hace unos meses y Jiménez, jugando al lado de Garrido -buen torneo el del madrileño a pesar de su machacado dedo y se ha ganado plaza para el año que viene-, tuvo dos hoyos atravesados: el 13 en el que ha hecho bogey todos los días y el 17, que en los dos últimos días lo despachó con sendos doble bogeys. "Pero esto no acabará conmigo", dice El Pisha.

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