La esencia del Golf por José Manuel Gutiérrez Serna

Que la afición al golf aumenta considerablemente cada año, es algo sobradamente conocido. Esto, es sin duda muy bueno para todos los amantes de este tan maravilloso deporte. No solo porque se traducirá en la construcción de nuevas instalaciones si no porque de una vez por todas parece que se empieza a comprender que el golf no es comparable con ningún deporte conocido y practicado con anterioridad. Hay una relación verdaderamente placentera entre el entorno paisajístico y el jugador, entre la lucha desesperada por mejorar y la angustiosa experiencia de comprobar que esa mejora no parece llegar. Y es precisamente a esto a lo que me refiero. El verdadero placer está en esa superación de uno mismo, en saber hasta donde es uno capaz de llegar y de sobreponerse a las difíciles y a veces absurdas situaciones en las que te ves envuelto. Es esto lo que hace grande al golf y persona al jugador. Es el deporte de la humildad, de la paciencia, del esfuerzo, de la comprensión ajena, del mal genio si me apuran y de todas aquellas condiciones humanas que todos tenemos en nuestro interior y que de alguna manera nos cuesta controlar. Aquí está la clave del éxito.

Si somos capaces de controlar todas estas experiencias que se viven en una amistosa partida de golf y, al tiempo, disfrutar de todo lo que nos ofrece tan bello paisaje, señores es ahí, justo en ese grandioso momento, cuando estaremos estableciendo ese vínculo entre campo y jugador. Ese instante te hace ver las cosa desde otra perspectiva y es aquí cuando comprendes este juego y pronuncias esa repetitiva frase: ¡¡ Cómo no lo habré visto antes !! Con lo absurdo que me parecía a mi esto...
El golf es algo mas que una partida entre amigos o desconocidos que pasan a ser amigos. Es algo desde mi punto de vista místico, algo solo comparable con el desarrollo humano a lo largo de la experiencia de la vida. Pero ahora me gustaría introduciros en una fábula que sin duda os hará comprender mas si cabe el verdadero sentido del juego del golf. Y digo esto porque, a mi modo de ver, se está perdiendo esa pureza de la que hablaba anteriormente. La lucha contra el campo, contra el medio, contra la climatología y contra todo aquello que nos dificulta poder hacer frente a esa lucha entre campo y jugador. Yo siempre digo que existen unos 'enanitos' o mas bien 'duendecillos' llamados: 'Leprechauns' de la mitología Irlandesa y que comúnmente los pronunciamos «Lepercouns» que viven en los campos de golf. Normalmente adoptan la forma de hombres viejos que disfrutan realizando travesuras. Su oficio es el de fabricar o arreglar zapatos. Se dice que son muy ricos, ya que custodian muchas vasijas de barro llenas de tesoros que fueron enterradas en periodos de guerra.

Según la leyenda, si alguien logra fijar la mirada sobre un 'leprechaun', este no puede escapar, pero en el momento en que se retira la mirada, desaparece. El nombre 'leprechaun' proviene de la palabra irlandesa luprachán; Sin embargo muchos estudiosos piensan que dicha palabra deriva del gaélico 'leith bhrogan' que significa 'el que hace un zapato'. Pero quizá la incapacidad de los leprechaun de hacer un par completo de zapatos se deba sólo a puro descuido, pues a menudo están un poco achispados de tanto beber cerveza casera. Aparentemente, los leprechauns no tratan a sus compañeras hadas mucho mejor que a los humanos, ya que sólo les hacen un zapato, nunca el par completo.

La gente suele decir que los leprechauns, son muy pequeñitos y traviesos pero el corazón que albergan es enorme. Una vez hecha esta pequeña introducción quisiera relacionarla con la historia que suelo contar a los jugadores que se inician en el golf para impregnarles de la verdadera pureza de este juego. Si un jugador se dispone a golpear su bola y su bola va a parar al 'rough' ( hierba alta para penalizar ) en ese momento estos duendecillos comienzan una fiesta con platillos y a beber cerveza, pues han conseguido su fin, que no es otra cosa, que luchar contra el jugador. Pero si el jugador llega allí y saca la bola con la mano, señores, se les acabó la fiesta a los duendecillos.
Ellos se preguntarán: ¿Para qué hemos estado aquí trabajando en hacer crecer la hierba, si luego este supuesto caballero saca la bola con la mano? Entonces apuntan al jugador en un libro con tinta negra fabricada para los zapatos de las hadas. Pero sin embargo, si otro jugador va a parar al mismo lugar y después de mirar su bola con detenimiento y estudiar la forma de cómo sacarla de ahí con el palo de golf, no sólo siguen de fiesta los duendecillos si no que además le aplauden cuando se va. Se pueden escuchar los aplausos. Y seguido le apuntan en ese famoso libro con tinta dorada, hecha con los restos de los tesoros guardados, donde están los caballeros del golf.

Hay leprechauns, trabajando para que los greens estén duros y el jugador se adapte y juegue su bola antes de green. Hay leprechauns, trabajando para que los greens estén blandos y el jugador se adapte y juegue su golpe a bandera. Ellos están para defenderse de nosotros. Y nosotros ¿ con qué nos defendemos? Muy fácil: con los palos de golf, con un paraguas cuando llueve, con un gorro, con un buen swing en definitiva.

Debemos de saber si tenemos que golpear mas fuerte o mas suave en el green. Nuestra obligación es adaptarnos. Por favor no nos quejemos del campo cuando nos gana, si no simplemente digamos: Hoy no me he adaptado bien a este campo. Quizá mañana u otro día me adapte mejor. Esta es la grandeza y la mística de este deporte: una lucha de tu a tu, campo y jugador. Claro que ese supuesto caballero que aparece con letra negra, no sabe muy bien por qué cuando da un golpe medio bueno, nunca encuentra su bola y cuando ese caballero que aparece en el libro con letra dorada y ejecuta un golpe medio malo, su bola siempre aparece. Sea usted un caballero y los leprechauns, le aplaudirán con gestos como este.

Fuente: José Manuel Gutiérrez Serna, director del Campo de Golf Nestares

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