“Cada día que no practiques, te llevará un día más ser buen golfista”


El golf es sin dudas un deporte al cual nunca se lo puede declarar como dominado. Uno generalmente aprende a andar en bicicleta, a jugar al fútbol, a correr a toda velocidad, de pequeño, y esa enseñanza perdura por años y años. Bastan sólo un par de lecciones sobre como colocar los pies sobre los pedales, un poco de equilibrio y uno se lanza, a tropezones, a dar sus primeras vueltas en bicicleta, hasta lograr esos primeros 100 metros gloriosos sin caídas, que serán así para siempre, no más práctica, ¡ la bicicleta está dominada!
Lo mismo sucede con el fútbol; uno aprende a patear esa pelotita de juguete que algún tío fanático siempre suele regalar, y uno ya incorpora la coordinación básica que, si bien no nos llevará a jugar en primera división, es suficiente para despuntar el vicio de un picadito con amigos una vez por semana.
Pero el golf colegas, no tiene esa bondad de ser sólo una lección inicial para luego poder disfrutarlo sin mayores tropiezos. El golf es dar para recibir, es invertir tiempo y dedicación en horas y horas de práctica para poder, de a poco, comenzar a vislumbrar resultados satisfactorios tras tanto esfuerzo.
El camino es largo y sinuoso, es avanzar un paso hacia delante y otro hacia el costado, y a veces, a nuestro pesar, hacia atrás también. El golf no admite ansiedad, ni ambición. Cuando se buscan resultados inmediatos, se generan nuevos errores a corregir, y cuando se obtienen las primeras ganancias de nuestro esfuerzo y ya proyectamos una ilusa carrera en el tour profesional, el golf se encarga de colocarnos en nuestro lugar.
¿Quién no se habrá ilusionado cuando pegamos nuestro primer drive recto de 250 yardas, para luego llegar al green en regulación, y entrar al mismo con el putter en la mano pensando “con este nivel de juego estoy a la par de cualquier pro, lo he logrado”, y luego realizar 3 putts? Esa es la ambición que el golf no admite, y nos hace regresar al campo de práctica, pese a haber hecho un buen score final.
Por eso, la próxima vez que vea a un profesional por televisión pegar un gran tiro, ya sea un drive de 320 yardas, una sacada de búnker espectacular, o un putter embocado desde 10 metros, piense que el profesional es capaz de repetir el mismo tiro con resultados similares cientos de veces, ¿por qué? Porque lo ha practicado miles de veces antes, y seguramente, lo seguirá practicando miles de veces más, porque el golf no es una meta que se cruza y uno puede sentarse a descansar en los laureles, el golf no perdona la dejadez, el olvido o la falta de vocación.
Para concluir, la próxima vez que en la cancha realice un mal tiro, en lugar de maldecir al juego, al estado del campo o a los palos que no son de última tecnología, hágase la siguiente pregunta: ¿ha practicado ese tiro que acaba de intentar, mil veces antes de salir a jugar por el score?


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